Se entrevistaron a 5 mujeres que habían tenido a sus bebés en diferentes etapas y años. Algunas ya con otros hijos anteriores y otras que fue su primer experiencia con la lactancia materna y los biberones. A continuación se presentan sus testimonios:
YOSELIN RODRIGUEZ. 41 años. Ama de casa.
Valentina, una bebé hermosísima. Ella tuvo complicaciones para respirar
por lo que estuvo en cuna térmica y no la conocí sino hasta 48 horas
después de nacida. Ese día me llamaron para que le diera de lactar, pues
ella había estado alimentándose por sondas. Acudí muy emocionada a la
salita de cuna para ver por primera vez a mi bebé, Valentina succionaba unos
segundos y luego se soltaba a llorar, creo que ella perdió esa
necesidad innata que todo bebé tiene de succionar por estar separada de
mi tantas horas.
El pediatra de turno nos dio una receta
en la que incluía un tarro de leche artificial, en casa le
intenté dar pecho y ella se dormía y parecía no llenarse así que le
dimos la tetita con la leche artificial. El biberón de leche artificial parecía casi
mágico y desde ese momento, condené la lactancia materna de
mi pequeñita. Fue así como de a poco ella se acostumbró siempre al
biberón y a mi casi no me salía leche.
Pasaron
4 meses en los que le di lo que pude de mi leche más leche artificial
hasta que un día ya no quiso más mi leche y ese día me sentí tan mal,
tan fracasada, tan triste, la peor mamá del mundo... desistí y poco a poco
ganó el biberó.
ROSA TOLEDO. 36 años. Periodista.
Su
tercer hija, nació con
galactosemia, una enfermedad
por la que el cuerpo no fabrica
una enzima que metaboliza uno
de los azúcares de la lactosa. "Mi
prioridad era, evidentemente,
que estuviera bien, pero
también es verdad que al salir
del hospital, cuando tuve que
comprar biberones (no tenía
porque había amantado a mis
otros dos hijos), llegar a casa,
hervir el agua y preparar la fórmula de soja,
que es la única que tolera. Con mis hijos
mayores el vínculo fue de
forma natural, mientras que con
ella lo tuve que provocar;
emocionalmente, tenía desapego que
no había sentido con los otros.
Ahora tengo la misma conexión,
pero porque lo he luchado, no
porque haya sido espontánea.
Lo que nunca he sentido es el
rechazo por darle un biberón
a mi hija, pero sí he vivido lo
contrario. Muchas veces me han
recriminado por amamantar
a mis hijos "tan mayores" y
también que lo hiciera mientras
estaba embarazada o que diera
el pecho a los dos".
LAURA QUINTERO. 37 años. Escritora.
"Parece que dar
el pecho es el
centro de todo y
no hay respeto"
"¡Ay, no le das el pecho!". "¿Por
qué no le das el pecho?".
Los que preguntan, "amigos,
conocidos, vecinos o gente
indiscreta, sin más", ignoran que
esa fue su primera opción: "Yo
tuve una cesárea, me llevaron a recuperación y en cuanto pude,
le puse el pecho a mi hija, pero
nunca me subió la leche. A los
dos días de estar intentándolo,
empezó a entrarme ya un estrés
horrible, no solo porque ves que no
puedes hacerlo sino porque todo
el mundo, desde la enfermera hasta
la ginecóloga, te enviaba el mismo
mensaje: "Tienes que seguir
intentándolo". Explica Laura que
es algo descorazonador, porque
pones todas tus fuerzas y resistes
un dolor constante y no sientes la
comprensión de los profesionales,
que solo van en una dirección y
te fuerzan a que la sigas. "Es de
una deshumanización terrible, no
vi ninguna empatía y, además,
como interpretas que ellos son
los expertos, la autoridad, no
poder seguir sus objetivos te hace
sentirte mal y cuestionarte, estás
muy insegura. Yo me pasaba,
literalmente, 24 horas dedicada en
cuerpo y alma a intentar sacarme
leche o a que la niña pudiera sacar un poco, era desesperante, aquello
no tenía nada de natural. A los 40
días, guardé el sacaleches y tiré
las pezoneras. El día 41 empecé a
conectar con mi hija, y lo lamento,
porque me perdí unos días que
podían haber sido maravillosos
si le hubiera dado el biberón
antes. Lo terrible, e inexplicable,
es que en mis siguientes visitas
al pediatra y a la ginecóloga,
después de haber dejado ya la
lactancia materna, lo primero
que oí fue: "¿Y no puedes seguir
intentándolo?". Ahí me sentía
echa polvo y me daban punzadas.
Parece que amamantar es el
centro de todo y no hay respeto".
SARA PALACIOS. 36 años. Contadora.
"Con la segunda
me dije: "Sin
presiones" y todo
fue más fácil"
"Alejandra, No, no te duermas. …". Así, durante horas:
Sara se desesperaba. Intentaba,
sin éxito, que su recién nacida
se agarrara a su pezón y que,
al menos, mamara durante
cinco minutos seguidos. "Era
imposible; daba un chupetón
y le entraba el sueño; la
despertaba y otra vez lo
mismo. Las tomas con ella eran
mortales y, desde luego, nada
placenteras, todo lo contrario.
Ni me gustaban a mí ni a ella. Yo
quería ser una madre perfecta,
pero mi primera experiencia fue
de lo más frustrante. Y lo peor
es que sentía la presión social
que te dice que estás fallando.
Hasta que un día, a los tres
meses, ya no pude más y lo dejé, fui al walmart y compré los biberones y la fórmula".
BRENDA TORRES. 32 años. Abogada.
Desgraciadamente,
tuve que tomar la decisión de
destetar a mi hijo, y no fue algo
egoísta, sino pura necesidad.
Yo era un zombi, no tenía
voluntad, estaba destrozada
del dolor, del cansancio y la
frustración que me producía, además de la presión social aquí en México, donde todos te dicen que lo mejor es darle pecho",Te
presionan, porque si eres madre
tienes que darle el pecho sí o sí.
Y a mí eso me ocasionaba un
terrible sentimiento de culpa,
me sentía indefensa, y yo misma
me repetía una y otra vez que
me estaba perdiendo los mejores
días de mi bebé. De hecho,
mientras le daba del amamantar, no
podía evitar llorar de puro dolor
y desesperación, y no creo que
fuera bueno que a mi niño le
cayeran mis lágrimas mientras
trataba de amamantarle. Es una
sensación que no se la deseo a
nadie.Pero al final, tras hablar con un pediatra de confianza, él me dió soluciones para darle biberón y los pros con los contras, así que al final decidí darle biberón porque no me gustaba nada amamantar.