miércoles, 4 de noviembre de 2015

Entrevista: ¿Por qué el biberón sobre el amamantamiento?

 Se entrevistaron a 5 mujeres que habían tenido a sus bebés en diferentes etapas y años. Algunas ya con otros hijos anteriores y otras que fue su primer experiencia con la lactancia materna y los biberones. A continuación se presentan sus testimonios:
YOSELIN RODRIGUEZ. 41 años. Ama de casa.
Valentina, una bebé hermosísima. Ella tuvo complicaciones para respirar por lo que estuvo en cuna térmica y  no la conocí sino hasta 48 horas después de nacida. Ese día me llamaron para que le diera de lactar, pues ella había estado alimentándose por sondas. Acudí muy emocionada a la salita de cuna para ver por primera vez a mi bebé, Valentina succionaba unos segundos y luego se soltaba a llorar, creo que ella perdió esa necesidad innata que todo bebé tiene de succionar por estar separada de mi tantas horas.
El pediatra de turno nos dio una receta en la que incluía un tarro de leche artificial, en casa le intenté dar pecho y ella se dormía y parecía no llenarse así que le dimos la tetita con la leche artificial. El biberón de leche artificial parecía casi mágico y desde ese momento, condené la lactancia materna de mi pequeñita. Fue así como de a poco ella se acostumbró siempre al biberón y a mi casi no me salía leche.

Pasaron 4 meses en los que le di lo que pude de mi leche más leche artificial hasta que un día ya no quiso más mi leche y ese día me sentí tan mal, tan fracasada, tan triste, la peor mamá del mundo...   desistí y poco a poco ganó el biberó.

ROSA TOLEDO. 36 años. Periodista.
Su tercer hija, nació con galactosemia, una enfermedad por la que el cuerpo no fabrica una enzima que metaboliza uno de los azúcares de la lactosa. "Mi prioridad era, evidentemente, que estuviera bien, pero también es verdad que al salir del hospital, cuando tuve que comprar biberones (no tenía porque había amantado a mis otros dos hijos), llegar a casa, hervir el agua y preparar la fórmula de soja, que es la única que tolera. Con mis hijos mayores el vínculo fue de forma natural, mientras que con ella lo tuve que provocar; emocionalmente, tenía desapego que no había sentido con los otros. Ahora tengo la misma conexión, pero porque lo he luchado, no porque haya sido espontánea. Lo que nunca he sentido es el rechazo por darle un biberón a mi hija, pero sí he vivido lo contrario. Muchas veces me han recriminado por amamantar a mis hijos "tan mayores" y también que lo hiciera mientras estaba embarazada o que diera el pecho a los dos".

LAURA QUINTERO. 37 años. Escritora.
"Parece que dar el pecho es el centro de todo y no hay respeto" "¡Ay, no le das el pecho!". "¿Por qué no le das el pecho?". Los que preguntan, "amigos, conocidos, vecinos o gente indiscreta, sin más", ignoran que esa fue su primera opción: "Yo tuve una cesárea, me llevaron a recuperación y en cuanto pude, le puse el pecho a mi hija, pero nunca me subió la leche. A los dos días de estar intentándolo, empezó a entrarme ya un estrés horrible, no solo porque ves que no puedes hacerlo sino porque todo el mundo, desde la enfermera hasta la ginecóloga, te enviaba el mismo mensaje: "Tienes que seguir intentándolo". Explica Laura que es algo descorazonador, porque pones todas tus fuerzas y resistes un dolor constante y no sientes la comprensión de los profesionales, que solo van en una dirección y te fuerzan a que la sigas. "Es de una deshumanización terrible, no vi ninguna empatía y, además, como interpretas que ellos son los expertos, la autoridad, no poder seguir sus objetivos te hace sentirte mal y cuestionarte, estás muy insegura. Yo me pasaba, literalmente, 24 horas dedicada en cuerpo y alma a intentar sacarme leche o a que la niña pudiera sacar un poco, era desesperante, aquello no tenía nada de natural. A los 40 días, guardé el sacaleches y tiré las pezoneras. El día 41 empecé a conectar con mi hija, y lo lamento, porque me perdí unos días que podían haber sido maravillosos si le hubiera dado el biberón antes. Lo terrible, e inexplicable, es que en mis siguientes visitas al pediatra y a la ginecóloga, después de haber dejado ya la lactancia materna, lo primero que oí fue: "¿Y no puedes seguir intentándolo?". Ahí me sentía echa polvo y me daban punzadas. Parece que amamantar es el centro de todo y no hay respeto".

 
SARA PALACIOS. 36 años. Contadora.
 "Con la segunda me dije: "Sin presiones" y todo fue más fácil" "Alejandra, No, no te duermas. …". Así, durante horas: Sara se desesperaba. Intentaba, sin éxito, que su recién nacida se agarrara a su pezón y que, al menos, mamara durante cinco minutos seguidos. "Era imposible; daba un chupetón y le entraba el sueño; la despertaba y otra vez lo mismo. Las tomas con ella eran mortales y, desde luego, nada placenteras, todo lo contrario. Ni me gustaban a mí ni a ella. Yo quería ser una madre perfecta, pero mi primera experiencia fue de lo más frustrante. Y lo peor es que sentía la presión social que te dice que estás fallando. Hasta que un día, a los tres meses, ya no pude más y lo dejé, fui al walmart y compré los biberones y la fórmula".
BRENDA TORRES. 32 años. Abogada.
  Desgraciadamente, tuve que tomar la decisión de destetar a mi hijo, y no fue algo egoísta, sino pura necesidad. Yo era un zombi, no tenía voluntad, estaba destrozada del dolor, del cansancio y la frustración que me producía, además de la presión social aquí en México, donde todos te dicen que lo mejor es darle pecho",Te presionan, porque si eres madre tienes que darle el pecho sí o sí. Y a mí eso me ocasionaba un terrible sentimiento de culpa, me sentía indefensa, y yo misma me repetía una y otra vez que me estaba perdiendo los mejores días de mi bebé. De hecho, mientras le daba del amamantar, no podía evitar llorar de puro dolor y desesperación, y no creo que fuera bueno que a mi niño le cayeran mis lágrimas mientras trataba de amamantarle. Es una sensación que no se la deseo a nadie.Pero al final, tras hablar con un pediatra de confianza, él me dió soluciones para darle biberón y los pros con los contras, así que al final decidí darle biberón porque no me gustaba nada amamantar.


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